LLEGADO DEL OTRO LADO DEL MUNDO AL TERRITORIO QIMMIQ




LLEGADO DEL OTRO LADO DEL MUNDO  AL TERRITORIO QIMMIQ 
(David Pacheco Filip)

                                                                                         




    Ya desde niño sentía una extraña atracción hacia los perros. Pero fué muy tarde, cuando los astros decidieron alinearse para poder tener un perro en mi vida.

      Siempre tuve un sueño o recuerdo de mi más lejana infancia. Unos perros de extraña mirada, con ojos azules yacían tranquilos en el suelo de algún comercio. No recuerdo dónde ni de quién eran aquellos perros. Pero aquella mirada, me cautivó. Con los años aprendí que aquellos perros tenían un lugar de origen muy lejano de donde vivía yo, el Ártico.
     
     En 1994, mi vida dió un cambio radical. Sufrí una lesión de rodilla, la cual me hizo cambiar el rumbo de mis más anhelados sueños deportivos. Estando en el Hospital, tras la intervención quirúrgica, mi hermano mayor vino a visitarme y me trajo una revista de perros, con un titular que lo decía todo, “Especial Nórdicos”.

     Aquella revista me enganchó de tal manera que me despertó un interés dormido en mi interior. Desde entonces solo pensaba en aprender todo lo que pudiera sobre esos perros, pues sabía que algún día conseguiría tener uno y para entonces, debía estar preparado para darle todo lo mejor de mi. Tras aquella revista, vinieron muchas más. Compraba cualquier revista o libro que hablara sobre perros Árticos. En poco tiempo, la belleza de estos perros fué ganando popularidad en mi país. Yo seguía sin poder poseer ninguno,  pero esa popularidad me permitió tener acceso más fácilmente a mayor número de publicaciones. Incluso tras acabar mis estudios de administrativo, tenía claro que quería estudiar Psicología Canina y aprender a entender aquel carácter extraño e indómito de aquellos perros.

      No fué hasta finales de 1998 cuando decidimos adoptar a Nanoq. Un husky siberiano de ojos azules y mirada seria y penetrante como aquellos de mis recuerdos de la infancia. Pero por desgracia, no estuvo mucho tiempo conmigo. A las dos semanas de tenerlo en casa, mientras paseábamos por la calle, un hombre se nos acercó corriendo gritando, que el perro era suyo. No sabía qué derecho podía tener aquel hombre sobre mi perro, que yo había adoptado, pero vi rápidamente que no tenía nada que hacer. El perro daba saltos de un metro de altura de alegría, y aquel hombre reclamaba un animal que se había escapado, a pesar de no estar identificado correctamente. Yo accedí devolverle el perro, pero en aquel momento, el hombre me explicó, que la madre de Nanoq, hacía escasos días había parido una camada y que podía elegír para mi el que más me gustara.
     A la semana siguiente, fuí a ver aquella preciosa camada, y desde el primer momento me enamoré de una perrita de capa totalmente blanca, a la cual pasé a llamar Tundra, como la inmensidad blanca de las regiones polares que tanto me atraían.






     Tundra y yo pasamos a ser amigos inseparables. Mis estudios  y aprendizaje sobre estos perros, me habían enseñado, que la sociabilización y el entrenamiento de estos perros, debía empezar en una edad temprana. Así que ya empezamos a ir a los viñedos que rodean mi población  para desfogar aquella energía y empezar a enseñarle las órdenes básicas de direcciones, para cuando le llegara el momento de coger el mando y convertirse en mi perra guía.
    Con algo menos de un año, empezamos a entrenar con la bicicleta. Disfrutábamos del entrenamiento en conjunto. Poco tiempo después, conocimos a Manuel Ponce, un musher local que me propuso entrenar juntos y me ofreció enganchar junto a Tundra alguno de sus perros más mayores y así disfrutar aún más. Manuel me inició a la competición, donde participabamos en bikejoring. No tardé mucho tiempo en ver que aquello no era para mi. La ansiedad, el estrés de la competición no comulgaba con mi carácter tranquilo y nostálgico soñador de como yo veía el mundo del perro de trineo. Seguimos entrenando con Manuel con quien siempre hemos mantenido una gran amistad.
     
     Transcurrieron los años y Tundra se hizo mayor. Debía retirarme de esa práctica que tanto me llenaba, para darle un retiro como se merecía. Aparcamos la bicicleta y nos dedicamos a dar largos paseos y recordar tantos momentos de aventuras juntos. 
     
     Con 12 años, tuvo el mal destino, de padecer cáncer de mama. Tuvo que ser intervenida quirúrgicamente en dos ocasiones y cuando estuvo recuperada, el destino le tenía esperada una metritis, en la que tuvieron que vaciarla. Aun con lo mayor que era y los continuos achaques, ella se recuperaba con fuerza. Hasta que un día tras echar unas carreras, empezó a cogear. Tras varias pruebas, vimos que tenía tres hernias discales. En poco tiempo le provocó un deterioro en su estado físico provocándole una invalidez de los cuartos traseros. Todo fué empeorando hasta que el 27 de julio de 2011 Tundra se durmió definitivamente entre mis brazos.   

     El dolor de la pérdida había sido incalculable, mi sueño se cumplió pero tenía fecha de caducidad. Si algo me habían enseñado aquellos libros, videos y afición por aprender sobre la vida de los nórdicos, es que en el Ártico, no hay nada fácil y aunque algo sea muy duro, siempre hay que seguir, pues la vida no se detiene.

     Durante la enfermedad de Tundra, decidí documentar con videos su proceso, para poder observar con detenimiento cualquier evolución en su estado. Esto me llevó a que en facebook, haya habido mucha gente que me pedían que publicara esos videos para ver como estaba Tundra. Esas imágenes de Tundra y todos en casa luchando por la recuperación y cuidados, me acercó a conocer gente de zonas muy lejanas. En concreto, conocí a una musher de Canadá, Natasha Keller. Ella me mostraba un gran cariño por nuestra dedicación y yo a su vez, por su estilo de vida, rodeada de perros. En concreto me llamó la atención una perra que no mucho tiempo atrás había perdido, Zoya. Zoya era un perro Inuit de Trineo (ISD), un perro como los que yo tantas veces había visto correr en mis videos del Ártico. Natasha, no tardó en ver que mi afición por los perros Polares, no únicamente se centraba en los huskies de Siberia de ojos azules, sino que poseía un insaciable afán por aprender sobre las culturas árticas, sus gentes y en especial, su perro. 

     Natasha me invitó a unirme a un grupo de facebook, donde gente de todo el mundo hablaba, escribían y compartían fotografías de aquel majestuoso animal, el Qimmiq. Yo aun en mi breve periodo de duelo por la pérdida de Tundra, empecé a sentir “la llamada de lo Salvaje” como el libro de Jack London. Algo resurgió en mi interior. Una nueva ilusión se había despertado en mi interior. Yo, no podía vivir sin un nuevo perro polar. Y mi elección estaba hecha, sería un Qimmiq. Sin saberlo, aquel perro me había acompañado toda mi vida en mis abundantes libros sobre perros árticos, en mis horas y horas de videos donde detenía y repetía la imagen de aquellos perros corriendo sobre la nieve.

     En poco más de un mes, nacía en Canadá mi más preciado tesoro, Taiga. Taiga, me ha abierto una visión del perro inuit mucho más aproximada al perro tradicional.. Soy una persona que me ha gustado siempre ver y aprender de sus instintos y darle todo lo que, salvando las distancias, fuera más apropiado según su naturaleza. Siempre he considerado que para poder aportar a un animal lo que realmente necesita, hay que haber estudiado previamente, no solo sobre el animal, si no también su cultura de origen, la geografía donde han evolucionado durante siglos, y sobre todo ser humilde en mente y alma, para ser capaz de ver una realidad que quizás no todos pueden ver a través de los ojos de un perro inuit.



     En el 2015, decidí abrir un grupo en facebook “Arctic Dogs of the World”. Mis múltiples amistades en todo el Ártico, desde Groenlandia, Canadá, Alaska, Siberia y hasta llegar a Escandinavia, me habían dado la idea de porqué no poner en contacto a esta gente con tanto en común (la vida en el ártico, la convivencia con perros, la caza, el aislamiento geográfico…) pero que a su vez, tienen grandes diferencias en su manera de hacer las cosas y en sus culturas y creencias sobre el mundo del trineo. Así que desde allí, yo intento compartir y sobre todo que sean ellos mismos los que compartan su estilo de vida.  Que puedan aprender de otros pueblos, de otras gentes que hacen lo mismo, pero cada uno basándose en sus conocimientos ancestrales aprendidos a lo largo de muchos siglos de padres a hijos.

     Mi afición a los perros polares y  su historia, me hizo crear un segundo grupo en facebook “Antarctic Sled Dogs”, donde intento recopilar esa historia abundante pero limitada, de la historia Antártica, de los Grandes Exploradores Polares  y tantos y tantos Científicos nostálgicos que comparten sus recuerdos de sus vidas en las Bases Antárticas  cuidando de perros y con los que convivieron durante su estancia allí.

     Mi pasión me ha llevado a dar conferencias por mi país, donde a pesar de su latitud, hay un buen puñado de amantes de las regiones polares y de los perros. En estas charlas intento acercarles el Perro Polar. La historia es parte ineludible, en mis charlas, al igual que el conocimiento de las regiones polares, sus gentes y sobre todo el respeto.




     Taiga me abrió el mundo ártico. No ha sido un camino fácil. La convivencia con un perro inuit, no es fácil y aún menos en la sociedad en donde vivo tan lejana a su lugar de procedencia. Pero algo está claro, dos almas gemelas, se han unido. Aquel chico “rarito”, que estudiaba psicología canina, sin haber tenido nunca perro, que practicaba mushing solo, en un país donde el bañador y la playa es mucho más normal, un día encontró su camino...el camino del Inuit Sled Dog.


                                                                 
    David Pacheco Filip, Abril de 2020
English version in The Fan Hitch Postscript

Comentarios

  1. Gran historia ,espero nos veamos en alguna expedición ártica con perros

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    1. Por cierto, tu nombre es? Para saber quien eres si algun dia nos aventuramos a ese viaje conjunto...

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